domingo, 27 de abril de 2014

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Nunca fue recomendable pasear por Cibeles por la noche. Realmente, nunca fue recomendable perderte en la oscuridad luminosa de Madrid cuando el frío comienza a formar parte de los días pasados de invierno.
Porque te atrapa; corres el riesgo de querer hacerte dueño de Gran Vía y de sentarte a admirar el edificio Metrópolis.

No he visto mejores primaveras que estas, por mucho que pasen los años; ni me he sentado en mejores terrazas a ver caer el sol en la Plaza de los Carros para volver a casa bajando desde Antón Martín de la mano de Salitre o Santa Isabel.


Madrid, me cuestas. Cuesta arriba y cuesta abajo. En las alegrías y en las penas, en la salud y en la intensidad de mi vida hasta que, irremediablemente, los motivos nos separen.

Tus calles me han visto encontrar lo que soy y bajar la persiana del optimismo. Me encuentro cara a cara contigo, ofreciéndome lo peor y lo mejor de ti. Probablemente me podrías decir lo mismo pero prefiero que permanezcas en silencio y olvidemos lo malo. Porque lo bueno, lo mejor, es ahora y nadie mejor que tú me lo ha enseñado.