martes, 26 de febrero de 2013

Montaña rusa


Hace unos días escribí tres folios intentando resumir cómo habían sido estos últimos 366 días. 
Acabo de tirarlos a la basura.

Jamás confié en el número 24 y creo que no podría haberme enriquecido más. Probablemente haya sido la edad más completa de mi vida hasta el momento y la perfecta para tatuarla en mi piel  pero, se puede superar, ¿no?

Técnicamente me quedan aún 8 minutos para recibir esa llamada de cada año a las 9.50. Aquellos que me conocen mucho, o poco, porque hablo demasiado, saben de qué hablo. Pero ya no me extiendo más.

Hasta siempre, 24.



miércoles, 20 de febrero de 2013

Es un recuerdo con olor a naranja



"Lo que sí puedo asegurarte es que en este universo no hay reglas. Cualquier mundo se rige por reglas, pero el mundo amarillo no las tiene. No me gustan las reglas, así que jamás deseé que mi mundo las tuviera. Sería una incongruencia. Y es que no creo que sean necesarias, no sirven de nada, sólo están para que te las saltes. Nada de lo que te dicen que es sagrado en esta vida creo que lo sea. Nada de lo que digan que es lo correcto creo que lo sea. Todo tiene dos caras, tiene dos perspectivas."

"Yo tengo una máxima: si crees en los sueños, ellos se crearán. Creer y crear son dos palabras que se parecen tanto porque en realidad están cerca, muy cerquita. Tan cerquita como que si crees, se crea.
Cree..."

Estos son dos ejemplos, dos fragmentos de El mundo amarillo de Albert Espinosa.

Estos son sólo dos ejemplos, sólo dos fragmentos en los que creo sentirme identificada, como en casi cada página de este maravilloso libro.

http://meryymeryyy.blogspot.com.es/2012/04/buscando-el-octavo-secreto.html

http://meryymeryyy.blogspot.com.es/2011/02/presentacion.html


Y estos son sólo dos ejemplos, sólo dos fragmentos de mi vida, de mis cosas; que se me han venido a la mente mientras leía. Probablemente no haya ningún parecido remoto pero, al menos durante la tarde de ayer para mí lo hubo.


jueves, 7 de febrero de 2013

51



La estupidez del ser humando traducida en escuchar canciones tristes  en momentos supuestamente alegres.
El sabor agridulce de las melodías que acompañan las horas muertas y aniquiladas en un intermitente desasosiego.

Y nos vamos pasando la pelota los unos a los otros hasta que, algún día, caiga sobre el mismo tejado.